Vía Crucis Sacerdote y víctima
By
Mons. Luis María Martínez
I Estación:
Jesús
es condenado a muerte
Jesús ratificó con su
poder sacerdotal la sentencia que lo condena a muerte. Acepta el alma
amorosamente la sentencia divina que la constituye víctima aceptándola como
tal.
II Estación:
Jesús
carga con la cruz
La cruz que el alma, a
semejanza de Cristo, recibe sobre sus hombros es el dolor o conjunto de dolores
que, según la disposición divina, la han de inmolar. ¡Con qué amor recibe el
alma la cruz bendita! ¿Tiene Jesús algo mejor que dar en este mundo a los que
ama? ¡Qué dicha recibir ese divino tesoro!
III Estación:
Jesús cae por primera vez
A veces la víctima ha de
sufrir desmayos. Jesús quiso caer para que el alma no se desaliente cuando el
dolor la oprima y esté segura del auxilio que, cayendo, Jesús le mereció.
IV Estación:
Jesús
se encuentra a su madre
¡Qué dulce es pensar que
María estará a nuestro lado a la hora de la inmolación! La Santa Madre es quien
forma las víctimas. En su seno, en su corazón me formaré. Formar víctimas es
formar a Jesús. ¿Se puede ser víctima sin transformarse en Él?
V Estación:
Jesús
es ayudado por el cireneo.
Jesús quiere que le
ayudemos a llevar la cruz no por aliviarle su carga, sino para participarnos su
gloria y dicha. Siendo tan generoso, ¿podría reservarse para Él solo su mayor
riqueza? ¡Oh tesoro divino de la Cruz! Lo más rico, lo más dulce que existe en
la tierra. ¡La última palabra de amor!
VI Estación:
La
Verónica enjuga el rostro de Jesús
Para ser víctima hay que
transformarse en Jesús. La gran víctima debe grabar en el alma su imagen no de
manera superficial, sino profunda ¡pero su imagen dolorosa, la que tiene sangre
y polvo y saliva! ¿Cuándo será la anhelada transformación?
VII Estación:
Jesús
cae por segunda vez
Las caídas de Jesús
enseñan al alma que para ser víctima hay que descender hasta lo profundo del
dolor.
VIII Estación:
Jesús
consuela a las santas mujeres
La víctima perfecta y
sobre todo la Víctima sacerdotal debe olvidarse de su dolor y de su inmolación
para atender y consolar a los demás, como Jesús se olvidó de sus dolores para
enseñar a las mujeres piadosas.
IX Estación:
Jesús
cae por tercera vez
¡A qué profundidades debe
llegar la víctima! Pero ¡con Él! ¡Con el que quiso arrastrarse en la tierra
para acompañarnos en nuestras inmolaciones!
X Estación:
Jesús
es despojado de sus vestidos
La víctima debe estar
desnuda. ¡Qué divina desnudez es necesaria para llegar al dolor amoroso y
fecundo!
XI Estación:
Jesús es clavado a la cruz
Tenderse sobre la cruz,
ser colocada sobre el altar es el glorioso destino del alma víctima, su anhelo
supremo, su dicha cumplida. Allí encuentra a Jesús, como en ninguna otra parte.
Es el tálamo sangriento y feliz de Jesús y del alma.
XII Estación:
Jesús
muere en la cruz.
Morir con Jesús, morir por
Jesús, morir en Jesús, es el acto específico y sacerdotal del alma víctima. ¡Si
Jesús me concediera morir mártir! ¡Pero me concederá sin duda morir víctima!
XIII Estación:
Jesús
es bajado de la cruz
¡Qué gozo saber que las
manos inmaculadas de María, que nos ofrecen en el momento solemne del
sacrificio, nos han de recibir al bajar de la Cruz! ¡Manos inmaculadas de
María! ¡Manos maternales! ¡Manos sacerdotales!
XIV Estación:
Jesús
es puesto en el sepulcro
La última etapa de la
víctima es el olvido y la abyección del sepulcro a donde descendió Jesús. ¡Él
sea bendito!
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