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domingo, 24 de enero de 2021

Arcángeles, Milagros y Apariciones

 

 

Arcángeles, Milagros y Apariciones

 

Los arcángeles son considerados hagios "santos", que significa "el que es sagrado". No quiere decir "ser humano santo", sino que  son santos que no son humanos, entre los que se encuentran los arcángeles, Gabriel, Miguel y Rafael, pues rechazaron al diablo y decidieron estar al lado de Dios, por lo tanto, son ángeles santos.

 

Los milagros suceden, a nuestro alrededor y en nosotros, por nuestra fe en Dios, en Jesús, la Sagrada Familia y la corte Celestial. Sin embargo, nuestra fe en todos los santos, son manifestaciones que por la gracia del Espíritu Santo, nos permiten acudir a ellos por su intercesión y comunión.

 

San Gabriel, el ángel del Poder de Dios

También es conocido como el ángel de la Misericordia, porque en sus apariciones saca de las tribulaciones a sus protegidos.

 

* El Arcángel San Gabriel fue el encargado por Dios de llevar a su presencia el barro del que tenía que formar al hombre.

 

* También fue el encargado de enseñarle al hombre a labrar la tierra.

 

* Cuando Dios decidió mandar el diluvio universal a la tierra, fue Gabriel el que ayudó a Noé con su inspiración para construir el Arca.

 

* El Arcángel San Gabriel ejerce de consejero del Abraham, y le detiene con el cuchillo en alto cuando está a punto de sacrificar a su hijo Isaac.

 

* Se le aparece al Profeta Daniel para revelarle el significado de los enigmas del carnero, del macho cabrío y de las sesenta y dos semanas.

 

* Enterró a Moisés (después que San Miguel se disputó con el diablo el cuerpo de Moisés)

 

* Fue el encargado de marcar en la frente, de los hombres que suspiraban y lloraban, con el "sello" del Tau, símbolo de la salvación de la muerte y la presencia de Dios, salvándoles así del exterminio y reconociéndoles como elegidos hasta el final de la vida. De hecho, en el alfabeto hebreo el Tau es la última letra, representa el cumplimiento de toda la obra revelada de Dios,  indica la intervención del Señor y asegura su protección.

 

Llama al hombre con traje de lino, que lleva en su cintura una tablilla de escriba, 4 y le dice: «Recorre Jerusalén, marca con una cruz en la frente a los hombres que se lamentan y que gimen por todas esas prácticas escandalosas que se realizan en esta ciudad.» – Ezequiel 9, 3:4

 

* Le anunció a Zacarías de que sería el padre de Juan el Bautista.

 

* Le anunció a María que sería la Madre de Dios.

 

* Fue quien visitó a San José en sueños y le explicó todo:

 

Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla. Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros. Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús. – Mateo 1, 19:24

 

* Fue el encargado de aparecérsele a los pastores anunciando el Nacimiento del Niño Jesús.

 

* Estando Jesús ya nacido, se le apareció en sueños a San José:

 

Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo.» José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto, permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por boca del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.´ – Mateo 2, 13:15

 

* Cuando Herodes ha muerto, estando la Sagrada Familia aún en Egipto, se le apareció nuevamente en sueños a San José:

 

Después de la muerte de Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, porque ya han muerto los que querían matar al niño.» José se levantó, tomó al niño y a su madre, y volvieron a la tierra de Israel. – Mateo 2, 19:21

 

* El Arcángel San Gabriel fue quien "fortaleció" a Nuestro Señor en el Huerto.

 

Porque Gabriel tiene su nombre por su fortaleza, Gabriel siendo Geber-el, el hombre de Dios, o Gebura-el, la fortaleza de Dios; porque él tiene el oficio de consolar a los débiles, afligidos y temerosos. Pero no consoló a Cristo fortaleciendo su debilidad, sino alabando su fortaleza superior”  –Cornelio Lapide

 


San Miguel, “¿Quién como Dios? ” 

San Miguel se ha aparecido cuatro veces en la Gruta del Monte Gargano, Italia:

 

* 8 de mayo del 490 - Aparición al obispo de Siponto, Italia, después de que él y todo su pueblo hicieran ayuno y oración durante tres días para entender el porque una flecha envenenada que iba a matar al toro de un señor muy rico, se regresará e hiriera al señor y no al toro. En acción de gracias, el obispo San Lorenzo Maiorano y su pueblo subieron en procesión a la cima del Gargano. Al regresar a casa supieron que el señor herido se había curado milagrosamente.

 

“Yo soy el Arcángel Miguel que continuamente está la presencia de Dios. Deseando que este lugar se venere en toda la tierra y sea privilegiado, quise probar con ese acontecimiento insólito, que todo lo que se obra en este lugar, sucede por Voluntad Divina. Es Dios que me ha constituido PROTECTOR y DEFENSOR de este lugar”.

 

El tranquilo pueblo de Siponto, Italia, se vió nuevamente en peligro de guerra, así que el obispo San Lorenzo Maiorano, ascendió nuevamente al Monte Gargano para implorar la protección de San Miguel. Nuevamente hacen ayuno y oración por tres días. Y así fue que el:

 

* 19 de septiembre del 492 - San Miguel se le aparece nuevamente al obispo de Siponto ordenándole que atacaran a los enemigos a las 4:00 a.m. Diciendo esto, desapareció. A la hora establecida, rayos, truenos, terremotos, y la oscuridad impidieron la avanzada de los ejércitos enemigos, quienes amedrentados, huyeron rápidamente abandonando sus pertenencias en la fuga. Nuevamente, en acción de gracias, hacen una procesión a la Gruta Sagrada.

 

Para festejar el aniversario de las apariciones de San Miguel, el obispo San Lorenzo Maiorano organizó otra procesión a la cima del Monte Gargano. Cuando llegaron a la Gruta, por respeto y santo temor, ninguno se atrevió a entrar, y después de un breve descanso, todos regresaron a sus hogares. Nuevamente hacen tres días de ayuno y oración pidiendo inspiración sobre la voluntad de Dios con respecto a la Gruta.

 

* 29 de septiembre del 493 - En la última noche de la jornada de ayuno y oración, rodeado de una luz radiante, el San Miguel Arcángel, Príncipe Celestial se le apareció por tercera vez a San Lorenzo y le dijo:

 

“No es necesario que ustedes consagren esta gruta, porque yo elegí a mi palacio real, yo mismo lo he consagrado con asistencia, elevadas oraciones y celebrado el santo sacrificio, para comunicar al pueblo. Es a mí a quien corresponde manifestar la manera como he consagrado este lugar.”

 

A la mañana siguiente, el pueblo entero lleno de júbilo va en procesión hacia la cima. Algunos de los Obispos tenían una edad muy avanzada, por lo tanto San Miguel mandó a cuatro águilas de una grandeza desmesurada: dos de ellas con las alas desplegadas defendían a los peregrinos de los rayos del sol, y las otras agitaban sus alas como si fueran un abanico, proporcionándoles una brisa fresca a los peregrinos.

 

Al ingresar a la Gruta Sagrada, los Obispos encontraron sobre un bloque de piedra una huella de San Miguel. También había un altar preparado por San Miguel y recubierto con un palio [ornamento del Papa y los Arzobispos que se coloca sobre cuatro o más varales y en actos religiosos para cubrir al sacerdote que porta el Santísimo Sacramento, a una imagen venerada] purpurino. El altar tenía en el centro una cruz de un cristal purísimo. Todo testimoniaba en la gruta que su consagración fue hecha divinamente.  Entonces San Lorenzo celebró la Santísima Eucaristía en presencia de todos los presentes.

 

En 1655 la peste y la muerte negra azotaron la región; entonces el Obispo, Mons. Giovanni Alfonso Puccinelli, recurrió a la poderosa protección e intercesión de San Miguel Arcángel, peregrinando nuevamente con el pueblo a la Gruta Sagrada.

 

* 22 de septiembre de 1655 - San Miguel Arcángel se le aparece al Obispo:

 

“Sepa, oh! pastor de estas ovejitas, que la Santísima Trinidad ha otorgado la gracia por la cual quien utilice las piedras de mi gruta con verdadera devoción, alejará de su casa, de la ciudad y de cualquier lugar la peste. Las piedras serán bendecidas esculpiendo sobre ellas la señal de la cruz con mi nombre.”

 


San Rafael, médico de los enfermos, amigo de los caminantes

El Arcángel San Rafael aparece únicamente en el Libro de Tobías, primero con apariencia humana como un viajero acompañando al joven Tobías, llamándose a sí mismo “Azarías el hijo del gran Ananías”.

 

* Durante el viaje muestra de diversas maneras cómo se manifiesta la influencia protectora del ángel:

 

La atadura en el desierto del Alto Egipto del demonio que previamente había matado a siete esposos de Sara.

La curación de la ceguera de Tobit, el padre de Tobías, con la hiel de un pescado.

Un día, después de haber cavado una tumba, le cayó a Tobit excremento de gorrión en los ojos y le salieron unas manchas blancas en éstos, perdiendo la vista. Acudió con muchos médicos, pero no hubo curación. Tobit quería morir y envió a su hijo Tobías a recuperar un dinero que había dejado encargado. En el viaje, Tobías encontró un pez en el río y “Azarías, el hijo del gran Ananías" [el arcángel Rafael] que acompañaba a Tobías, le dijo que le sacara la hiel, ya que ésta, untada en los ojos de un hombre atacado por manchas blancas y soplando sobre éstas, quedaría curado. «Úntale a tu padre los ojos con la hiel del pez y el remedio hará que las manchas blancas se contraigan y se le caerán como escamas de los ojos.» Tobías, al regresar del viaje, llevó a cabo el procedimiento que le había indicado “Azarías el hijo del gran Ananías" [Rafael] y Tobit recuperó la visión.

 

 Luego del retorno y la curación de la ceguera de Tobías, “Azarías, el hijo del gran Ananías" se da a conocer como «el ángel Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes ante el Señor.»

 

«Les voy a decir toda la verdad y no les ocultaré nada. Ya les dije que es bueno guardar el secreto del rey y que es recomendable revelar las maravillas de Dios. Sepan, pues, que cuando ustedes, tú y Sara, estaban orando, yo fui quien presentó su oración delante de la Gloria del Señor. Y cuando tú enterrabas a los muertos, yo también estaba contigo. Después no dudaste en levantarte de la mesa para ir a enterrar a un muerto y fue entonces que me enviaron para probar tu fe. Y de nuevo me envió Dios para sanarte y para sanar al mismo tiempo a tu nuera Sara. Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles servidores del Señor que en cualquier momento tienen acceso a su Gloria.» Entonces, llenos de temor, se postraron en el suelo. Pero él les dijo: «¡No tengan miedo. La paz sea con ustedes, bendigan siempre a Dios! Yo no les he hecho ningún favor, fue por voluntad de Dios que los acompañé. A Él pues deben bendecir todos los días de su vida, a Él deben cantarle. Ustedes me veían comer, pero eran sólo apariencias. Bendigan pues al Señor, ustedes que están en la tierra, y denle gracias a Dios mientras subo a donde el que me envió. Pongan por escrito todo lo que ha pasado.» Entonces Rafael se elevó. Cuando se pararon, ya no lo vieron. Alabaron a Dios con cánticos, agradeciéndole de que hubiera realizado tales maravillas: ¡Sí, se les había aparecido un ángel de Dios! – Libro de Tobías 12, 11:21

 

* Un señor de Puzzoli, Italia, muy enfermo encomendó al Arcángel San Rafael, su viaje a Nápoles. Se agravó su enfermedad y no pudo viajar; pidió al padre Ceslas, un dominico del convento de Jesús y María, que viniera a confesarlo. Y le contó que ese día, entre dormido y despierto, le pareció que se moría y era conducido a la presencia de Dios. Y el divino juez le mostró con severidad que merecía la condenación eterna por los pecados mal confesados. Entonces, vio a su costado al Arcángel que le dijo: «Yo soy Rafael y quiero ayudarte. Llamarás al padre y harás una buena confesión y Dios te retirará la condenación.» Así sucedió. El moribundo se confesó y recibió la absolución, dejando esta vida con claras señales de salvación.

 

* En 1751 las religiosas de un monasterio benedictino en Venecia, Italia sufrieron una prueba muy dura en torno a su reputación. El asunto fue llevado hasta la Santa Sede y las religiosas estaban muy afligidas. Una tarde, en la puerta del convento estaba un joven peregrino que pedía limosna, diciendo: «Voy a Roma y allí ayudaré, y a mi regreso les traeré buenas noticias. Que la Comunidad rece durante nueve días los salmos: “Los cielos pregonan la gloria de Dios” (Salmo 129) y “Desde lo hondo a Ti grito, Señor” (Salmo 130). Y que enciendan nueve cirios de cera blanca en honor de los nueve coros angélicos.» Igualmente, el confesor del convento, el padre Alvizzo, tuvo una visión de san Rafael que coincidía con la apariencia del joven peregrino. Tiempo después, el domingo 1 de octubre, la Madre abadesa se hallaba con algunas religiosas, cuando un joven llegó a ellas de prisa y les dijo: «¡Buenas noticias!» y se fue. En efecto, el asunto había sido resuelto favorablemente y ellas se vieron libres de toda preocupación. En prueba de reconocimiento, las religiosas establecieron la costumbre de rezar todas las tardes, los Salmos recomendados por el Arcángel San Rafael.

 

Hasta el día de hoy, durante nueve días continuos antes del 29 de septiembre, festividad de los Santos Arcángeles, encienden nueve cirios de cera blanca en honor de los nueve coros de los ángeles.

 

* En 1786 sanó de unas llagas a Santa Francisca, quien se refería a San Rafael Arcángel como su enfermero especial. Su enfermedad le impedía hacer el menor movimiento. Un día le llevaron una taza de chocolate y se la dejaron en la mesita de noche, diciéndole que se la tomara. La pobre enferma no sabía cómo obedecer, porque no podía moverse; y pidió ayuda a su gran protector san Rafael. Al instante, una mano invisible le presentó la taza y, después de tomar el chocolate, la recogió y la dejó en su lugar. Santa Francisca, consolada y agradecida, le dio las gracias a Dios y al Arcángel San Rafael.

 

• En otra oportunidad, se le presentó el Arcángel San Rafael como un joven vestido de blanco y de una extraordinaria belleza, diciendole: «Yo soy san Rafael. El Altísimo me ha enviado a curarte la llaga de tu costado, que está a punto de gangrenarse. Renueva tu fe en Dios y Él te bendecirá.» Al día siguiente, la llaga del costado estaba sana. El amable Arcángel hizo de enfermero y le ayudaba cortándole el pan y, diciéndole con una amable sonrisa que ella no podía servirse sola. Santa Francisca disfrutó de una gran familiaridad con el Arcángel, que era su especial protector y guardián. Él la consolaba en sus penas y la cuidaba en sus enfermedades. Un día, su director Francisco Javier Bianchi, beatificado por Leon XIII, estaba con ella y sintió un olor de paraíso. Pidió a la santa una explicación y ella le dijo:

 

“No se maraville usted, porque aquí en medio de nosotros está el arcángel San Rafael”. – Santa Francisca de las Cinco Llagas

 

* A finales del siglo XVI,  Córdoba, España, padeció una peste terrible. Los muertos eran tantos que incluso quedaban tirados por las calles sin que nadie se atreviera a recogerlos. Tristemente la mayoría morían sin sacramentos, porque pocos eran los confesores que habían sobrevivido a la plaga. El religioso, Simón de Sousa, gran devoto del Arcángel San Rafael, no daba a basto para atender a los enfermos y dar limosnas a los necesitados, entonces pidió a la Virgen que enviará al Arcángel San Rafael para atender a los enfermos. San Rafael se le apareció bajo la figura de un joven de una extraordinaria belleza y le dijo: «Yo soy Rafael y vengo a ayudarte. Tus oraciones y tus limosnas y, sobre todo, tu humildad y caridad tienen un gran precio a los ojos de Dios; Dios ayudará a esta ciudad con las dulzuras de su clemencia. Vete al obispo y dile que ponga mi imagen debajo del campanario de la catedral y que exhorte a todos a recurrir a mí. Inmediatamente, los enfermos serán curados, a condición de encomendarse a la Reina de los Ángeles. Todos los que recurran a mi intercesión y lleven mi imagen, serán librados de la peste y del impuro demonio Asmodeo, que pierde a los hombres y los aleja de Dios.»

Simón fue corriendo a decírselo al obispo. La ciudad obedeció  y prometió celebrar cada año una fiesta conmemorativa a la asistencia celestial. Inmediatamente, la peste desapareció y la ciudad de Córdoba fue consagrada al Arcángel San Rafael. En 1884, en una de sus plazas públicas se colocó una estatua monumental del Santo Arcángel como patrono y liberador de la ciudad.

 

* San Juan de Dios era muy devoto al Arcángel San Rafael. Una madrugada se fue por agua a la plaza de Bibarrambla, Granada, España y tardó en volver porque estaba bastante lejos. Cuando regresó al hospital, halló en la cocina todos los platos limpios; el pan y todo lo demás  preparado, las camas hechas, las salas barridas y todo en orden. Preguntó, extrañado, a los enfermos quién había hecho en su ausencia los trabajos y todos le respondieron que él mismo. "No puede ser que sea yo, cuando he estado lejos de aquí." Insistieron en que había sido él, pues le vieron como todos los días, realizando los servicios. Entonces, lleno de alegría, exclamó: "En verdad, hermanos, Dios quiere mucho a sus pobres, pues envía ángeles a que los ayuden." Y concluyó que el Arcángel San Rafael, tomando su figura, había realizado los trabajos.

 

• Una noche muy fría y lluviosa, San Juan de Dios encontró en la calle  a una persona totalmente entelerida que pedía socorro. "Ven conmigo, a nuestro hospital para que pases la noche al abrigo." El pobre le dijo que estaba inválido y sin fuerzas para sostenerse en pie. Entonces San Juan de Dios, cargándolo sobre un hombro y sobre el otro las ollas y canastos con las viandas recogidas, empezó a caminar con prisa, impulsado más por las fuerzas del espíritu que por las de su propio cuerpo, que ya estaba realmente debilitado por los ayunos y largas jornadas diarias. El peso que llevaba era superior a su fuerzas y San Juan de Dios se derrumbó por el piso. Al tratar de colocar de nuevo sobre su hombro al pobre, un joven muy hermoso le ayudó y tomándole de la mano, en ademán de acompañarle, le dijo: «Hermano Juan, Dios me envía para que te ayude en tu ministerio y para que sepas cuán acepto le es; ten a saber que tengo el encargo de escribir en un libro todo lo que haces por Dios.» San Juan de Dios le preguntó quién era y respondió: «Soy el Arcángel Rafael, destinado por Dios para ser tu compañero, guarda tuya y de todos tus hermanos.»

 

• Un día a la hora de la cena en su hospital de Granada, San Juan de Dios noto que el pan no iba a alcanzar. Rezó a Dios y, a los pocos minutos, se presentó un joven en la puerta de la enfermería. San Juan de Dios reconoció a su amigo y protector el Arcángel San Rafael y dijo a los enfermos: “Ánimo, hermanos, que los ángeles de Dios vienen a ayudarnos”. El Arcángel San Rafael se acercó a San Juan de Dios y con una gran familiaridad le dijo: «Hermano mío, nosotros formamos una sola Orden, porque hay hombres que bajo un pobre vestido son iguales a los ángeles. Toma el pan que el cielo te envía.» Y desapareció dejando a San Juan de Dios y a los pobres, llenos de consolación y de alegría espiritual.

 

• Ya estando moribundo, recibió la visita del Arcángel San Rafael, que le animó y le reveló el día de su muerte. "Anoche el Arcángel San Rafael me ha visitado, dándome la seguridad de que el Señor me hará la misericordia de llamarme a su lado. Después que me dieron la comunión, la Santísima Virgen, San Rafael y San Juan Evangelista, me han favorecido con su presencia, prometiéndome que serían los protectores de la Obra que yo he comenzado."

 

San Rafael es el remedio, hecho arcángel, que Dios nos envía para sanar nuestras heridas, corporales y del alma.

 

Oremos

¡Oh, Arcángel San Gabriel, tú eres el emisario del Señor mi Dios, tú eres su alabanza. ¡Oh Ángel del Señor, fortaleza de Dios, tú que compartes con nosotros la creación, y eres el protector de los hogares, tú que eres el portador de las buenas noticias, mensajero de la esperanza, en esta hora aciaga trae los dones del cielo a la tierra para que crezcamos en fe, esperanza y amor a Dios!

 

¡Oh, Arcángel San Miguel, capitán de los ángeles, libéranos y presérvanos de las pruebas y las tentaciones. ¡Oh Ángel del Señor, “¿Quién como Dios?” Tú que eres protector y ayuda contra los malos espíritus en la hora de la muerte, sé una firme ayuda para los que queremos ser salvados; protégenos con tus alas inmateriales de todos los enemigos visibles e invisibles, libéranos de nuestros hábitos malignos y de nuestros pecados. No dejes de escudarnos y preservarnos de todo mal momento para nuestros corazón y espíritu, en todas las adversidades, y en todas las situaciones de peligro!

 

¡Oh, Arcángel San Rafael, gloriosísimo príncipe celeste, amigo de tus devotos, compañero de los caminantes, socorro de los afligidos, médico de los enfermos, refugio de los perseguidos. ¡Oh Ángel del Señor, “Medicina de Dios” Te suplicamos humildemente nos concedas salud ante la enfermedad, y nos des ayuda para salir victoriosos ante los dolores y padecimientos corporales. Danos protección en nuestros caminos y defensa ante todo aquello que nos cause daño y malestar. Tú, uno de aquellos siete nobilísimos espíritus que rodean al trono del Altísimo, aléjanos de los enemigos que nos acosan, de los difamadores, de los traidores, ruines y envidiosos.

 


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