Domingo 18 Ago 2019
Homilía XX Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)
COMENTARIO BIBLICO
De Fr. Gerardo Sánchez
Mielgo - Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Primera lectura: (Jeremías 38, 4-6.8-10)
Marco: El contexto es la
situación de Jerusalén en el tiempo inmediato anterior a su destrucción el año
587 a.C. Se subraya la situación de carencia: el pueblo esta desanimado, el rey
no tiene poder, no hay agua en las cisternas, no hay pan en la ciudad. La
lectura forma parte de la así llamada “pasión de Jeremías”.
REFLEXIONES:
1ª) ¡La resistencia a la palabra del profeta repercute en su
persona!
Ese hombre no busca el bien
del pueblo sino su desgracia. La situación era delicada. Jeremías ha de llevar
adelante su ministerio profético en circunstancias difíciles. Nos han quedado
algunos fragmentos dramáticos que hemos convenido en llamar las “confesiones de
Jeremías”, que revelan muy bien la intimidad del alma de este profeta
caracterizado por una exquisita sensibilidad, un amor entrañable a su pueblo y
una fidelidad a Dios inquebrantable (Jr 11,18ss; Jr 15,10ss; Jr 18,18-21).
También los profetas interpretaron la situación política (recuérdese la misión
de Elías y, sobre todo, de Eliseo y otros muchos profetas como Natán, Isaías,
Amós, etc.), porque son los intérpretes autorizados de las exigencias de la
alianza que alcanza a todos los aspectos de la vida personal y nacional. El
profeta tuvo que tomar parte en aquellas circunstancias y aconsejar que se
rindieran al rey de Babilonia, como única salida posible y viable. Su consejo y
su postura no fueron aceptados y le causaron dura oposición y persecución.
Segunda lectura: (Hebreos 12,1-4)
Marco: El contexto es la
exhortación a la constancia y fortaleza en medio de las dificultades,
contrariedades y persecuciones resistiendo activamente. El autor invita a los
lectores a fijar la mirada en el ejemplo de Jesús que es quien abre camino
REFLEXIONES:
1ª) ¡Dejemos de lado lo que obstaculiza y corramos en la carrera
que nos toca!
Corramos en la carrera que
nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra
fe. Toda la historia de la salvación está orientada hacia la consecución de una
gran esperanza. Esa esperanza iba tomando formas y expresiones diferentes,
aunque siempre continuadas y complementarias, a lo largo de los siglos de
preparación. Realizada la presencia del Salvador en el mundo, esta esperanza se
expresa de una manera cristológica, es decir, el motivo y la meta de la
esperanza es participar en la misma historia y destino de Jesús. El discípulo
debe tener los ojos fijos en Jesús. Es necesario seguir adelante siempre y sin
claudicaciones y, como sabemos, en medio de persecuciones a muerte: Olvidando
lo que he dejado atrás me lanzo hacia delante en busca de la meta y del trofeo
al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde lo alto... De todos
modos, sigamos adelante siendo consecuentes con lo que ya hemos alcanzado (Flp
3,12-16). Son exhortaciones, en ambos casos, que tratan de dar respuesta a una
situación real y dolorosa. Todo es posible por el poder de Dios y la
contribución de las virtualidades de todo orden que tenemos a nuestro alcance.
La oferta que el cristianismo hace a los hombres es valiosa como el oro y
conlleva que sea estimada como tal. Hoy como ayer hay que presentar el
cristianismo como una respuesta que alcanza a lo más valioso del hombre y le
promete la realidad que le proporciona su sentido.
Evangelio: (Lucas 12,49-53)
Marco: Proseguimos el viaje
a Jerusalén. El fragmento podría titularse: el Reino no admite rivales; su
prioridad es indiscutible en los planes y actuación de Jesús. El evangelio es
una noticia inquietante, que puede engendrar la división.
REFLEXIONES:
1ª) ¡Encender el fuego en el mundo, tarea principal de Jesús!
La imagen del fuego está
relacionada con la espera escatológica*. Es una imagen que acompaña en las
descripciones habituales que presentan los signos del fin. El propio Bautista
recurre a ella en su predicación de marcado sabor escatológico también (Lc
3,16-17). La predicación de Jesús estaba intensamente coloreada por la espera y
realización escatológica. Se trata de un fuego purificador en primer lugar: es
necesario que la humanidad sea acrisolada al fuego para entrar en la gloria.
También tiene el aspecto destructor. La relación de fuego y bautismo sugiere
igualmente la idea de la regeneración total. No olvidemos que en este
itinerario hacia Jerusalén, Jesús quiere instruir de modo peculiar a sus discípulos.
Esta enseñanza va dirigida especialmente a ellos: el destino de Jesús es pasar
por el fuego y el bautismo de su muerte y resurrección para hacer presente en
el mundo el fuego purificador para siempre y ofrecer un bautismo que transforme
a la humanidad. Estas imágenes, por tanto, nos invitan a comprender el mensaje
de Jesús a sus discípulos de forma y que alcance a todo el ser del hombre.
2ª) ¡Jesús es un signo de contradicción, una bandera discutida y un valor absoluto!
¿Pensáis que he venido a
traer al mundo paz? No, sino división. Hemos de habituarnos al estilo
paradójico de Jesús. Una lectura precipitada de estas expresiones podría
conducir a una comprensión desviada de sus palabras. Jesús proclamó dichosos a
los promotores de la paz; se opuso a la violencia. La sangre de su cruz
establece la reconciliación y la paz entre todas las cosas y entre los hombres
y Dios. La paz es uno de los bienes fundamentales que se esperan para la etapa
central de la salvación, porque la paz sintetiza todos los bienes de la
salvación. El Dios de Jesús es un Dios de paz y no de aflicción o de guerra.
¿Cómo entender entonces estas palabras? En la Biblia hay diversos géneros
literarios y uno de ellos es el uso de la paradoja. Jesús, que es el Príncipe
de la paz, afirma que no ha venido a traer la paz. Cuando Jesús pide, como
condición para seguirle, que hay que negarse incluso a sí mismo, o cuando dice
que no es digno de él quien no le prefiere, incluso a los seres familiares más
queridos, está suscitando una elección radical. En una misma familia puede
haber miembros que se deciden por el seguimiento y otros no. ¿Qué ocurre
entonces? Que se produce una criba, una división, no querida directamente por
Jesús, sino resultado de la opción tomada por el discípulo que decide seguirle.
Es decir, el seguimiento de Jesús provoca muchas oposiciones. Jesús es una
bandera discutida. Simeón lo había afirmado en la presentación del templo
(relato de la infancia, Lc 2), donde leemos una página entendida
retrospectivamente*. La prueba definitiva de que Jesús fue rechazado por su
pueblo es que fue condenado a muerte en cruz (cf. Jn 7 y 8: en ambos capítulos
aparece por once veces que la vida de Jesús estaba en grave peligro de muerte;
en ellos se subraya la labor de juicio y de criba que provoca la palabra y los
gestos de Jesús).
Es, por tanto, una verdad
extendida por todo el evangelio que la persona, las palabras y los gestos de
Jesús, que vino a establecer la definitiva paz entre los hombres, y entre Dios
y los hombres, de hecho lleva consigo la división por la exigencia de la opción
tomada frente a él. División no querida, pero inevitablemente producida. Jesús
es un valor absoluto que está incluso por encima de la sagrada institución de
la familia.. Este evangelio sigue siendo vivo hoy, pero encuentra no pocas
dificultades. No es fácil compaginar la seriedad del seguimiento de Jesús, así
presentado y planteado, y la cultura de los hombres de hoy. ¿Hablaría de la
misma manera, propondría las mismas exigencias, se arriesgaría de la misma
manera si Jesús viniese hoy al mundo como lo hizo entonces?... La respuesta es
que el Evangelio es único y para siempre y que, por tanto, Jesús es único y
para siempre: Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre (Hb 13,8).
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo.
Torrent (Valencia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario